clonariel

Cántaro fresco



Narré mi vida a tus oídos instruidos,



confié mis pasos a tu sombra errabunda.



Fuiste el eco de un grito en mi llanura de tristeza.



Me fui agostando de soles.



Hubo cielos oscuros luego de un tiempo;



hubo canciones entonadas sin consuelos.



Perdí la cuenta de mis estrellas vigilantes.



Caminé recto como hilera de trigos.



 



Ahora retorno a los encuentros con el vino



de tu copa, a los suelos que para mi sembraste



de alelíes energéticos e impensados frutos



de dulces cuerpos.



Cántaros frescos llenos de ríos,



fuentes de líquidas sombras,



lagos redondos como manzanas azules,



cuadros de aguas marcadas y envolventes.



 



Ahora llego con mi valija de la tormenta



y mis trajes de las montañas



y mi vida acortada por el reloj del mundo.



He de hallar tu presencia entres los vaivenes



de la ciudad y el mar inquietado,



entre las hogueras de los bosques,



también entre las
rutas polvorosas de los valles.



 



¿Dónde vendré de nuevo a morir?



 



¿Qué me espera al otro lado del sueño?



¿Hay alas guardianes tras muros irrompibles?



¿Hallaré en ti de nuevo mi colina de ilusiones?



Paciencia, me dictan mis latidos.



Sólo soy el pequeño ruedo de un plinto quebradizo…