il peccatore

Yemayá

Me tumbo pensativo sobre esta cama de doradas sábanas

Y sin dejarme convencer de Morfeo, pienso nuestra primera mañana…

Me abordas con tu risa de cristal haciendo ecos en nuestro techo,

Vienes a jugar conmigo y lleno de dulces remembranzas yo me dejo.

Con las blancas puntitas de tus tiernos dedos me acaricias

Y me haces cosquillas en los pies, colmándome el rostro de sonrisas.

Me cubres con tu sabanita azul y luego lentamente la halas y me la quitas

Vas subiendo hacia mí en cada minuto, hasta que completamente me abrazas.

Pero aun no te cansas de jugar, y con delicadeza poco a poco me arrastras

Me quieres llevar hasta ti, para no tener que subir, me quieres sacar de la cama.

Siento cada respiro tuyo frotándose sobre mi piel y acariciándome la faz

En breves minutos te transformas, dejas de jugar, ahora me anhelas…

Me dejo guiar haciéndome prisionero y musa de la entrega.

Disfrutando de cada beso que con sabor a sal y sin pudor me das.

Enmudecido ante tus gemidos que sin quererlo hasta el cielo prolongas.

Así, me abrumas con tu cuerpo,  me introduces en ti.  Yo me doy por completo…

Me saturo en tu tez, me mojas totalmente y por un instante me pierdo.

Finalmente, exhausto y complacido ante la braveza de tu deseo que nunca sede,

Me levanto de la cama dorada, que sin luz ahora es blanca, y me despido…

Codiciando poder volver cada mañana a nuestro pasional encuentro furtivo.