Manos suaves de medianoche
acarician en sepulcral silencio
mi angustiada soledad.
¡Ah, pero qué terroríficas son
cuando más oprimen mi corazón!...
Con carcajadas sarcásticas
y muecas burlonas,
se acercó hasta mí este pájaro flamígero,
adulando mi corazón,
pero lanzando siniestros chillidos
desde mil rincones a al vez.
¡Qué grotezca y ridícula era su careta de traidor!...
Igual logró llevarme lo más preciado
que anidaba en mi corazón.
Y...¡maldita sea!, pero
hasta hoy día la llaga es purulenta
y este pájaro malagüero me persigue
con su vuelo de fantasma
hasta los estanques del amor.