LLUVIA
Lluvia andina, lluvia eterna;
agua de amor y de vida,
madre de las sementeras,
de los ríos y puquiales.
Gotas que caen del cielo
como perlas encantadas,
como flechas refulgentes
empapando al universo.
Eres sudor en los valles
y eres escarcha en las punas,
eres blanca, limpia y casta
cual ninfa de las cascadas.
Cuando el camino echa polvo,
cuando la flor agoniza,
cuando los cactus arquean
sus cadavéricos dorsos.
Llegas volando en errantes
blancos copos celestiales
y tus lágrimas inundan
prados chacras y quebradas.
Recorren tus manantiales,
por escabrosos parajes
escondiéndose en las pircas
y arrastrando cascajales.
Espíritu de las cumbres
consuelo de los labriegos,
formas charcos en los surcos
y duermes en los trigales.
Sangre de rayo sagrado,
jugo dulce cual maná,
fresco y límpido aguacero,
bendición del Dios Eterno.
Llevas oculto en tus nubes
el germen de la abundancia
en tus celestiales alas
de gigantes lanas blancas.
Lluvia, lluvia, ¿porqué mojas
el poncho del caminante,
y como sedosas brisas
acaricias mis recuerdos?
En mi triste remembranza
oigo a lo lejos el canto
de tejados sollozantes
en mis noches taciturnas.
Mas, cuando un suave susurro
despierte al pastor dormido;
será el cántico del viento,
o lluvia de la alborada.
josé Eugenio Sánchez Bacilio (Jesbac)