Llámame sin tu voz, mírame con ojos clausurados, tócame distante, óyeme en las amontonadas arenas del silencio cuando en las venas del aíre intente llegar a ti. No existen momentos en que no estés, sobran estos sentidos en los cerrojos de mis carnes y huesos de pueblo abandonado. Te oigo como jardín a los pasos de la primavera, siento tus ojos izarse en los míos como un incendio remedando al sol, percibo tus manos por millones, milimétricas, fluviales en la bruma mañanera, se esconden en la veteada humanidad de los árboles para luego disfrazarse de crepúsculo y ocultarse en la luz. Y mi voz, se marcha transparente y te trae de vuelta, envuelta en la palabra amor, y la repito mil veces, hasta que me llames nuevamente sin tu voz…
LRL
28-7-2011