Señora sociedad,
voy a cantarle dos
o tres verdades si se puede,
porque hoy me he despertado
triste, de ver lo que usted
y sus compinches
traman y operan
contra de los esclavos
que mantienen.
Mire, la primera que quisiera
en el rostro espetarle
es su doble moral,
de que hace alarde
tanto en el recinto civil,
como en la iglesia,
donde todos los domingos
tarde a tarde,
unos se arrojan sobre el pecho
dándose golpes,
otros endechan
y salen juntos a comerse
al que se encuentran.
Y si de curules el asunto se trata
equivalencias halla
el que las busque
porque en campaña
te prometen todo,
y cuando llegan al fin a la curul,
tiran anzuelo y caña al agua
y ni quien recuerde
sus promesas.
La segunda cosa
que reprocharle quiero
señora sociedad,
es que trascienda
en sus mañas y trinquetes
sin respetar de los niños
su derecho a ser niños,
porque les presenta
en un banquete de cinismo el sexo,
no la sexualidad,
que no es lo mismo.
No es porque en la escuela
les enseñen a la mujer por dentro
o de los genitales del varón conozca.
Lo digo porque les muestran
el sexo hasta en la sopa
lo mismo a las tres de la tarde
que a deshoras.
Lo digo porque las redes
de pederastas proliferan
como moscas,
lo digo por los tratantes
de blancas en las fronteras,
y por la explotación en todo tipo
de comercio de carne
que de los inocentes
se hace por doquiera.
Y qué de los tapujos
que privan en las casas
donde lo mismo finge
el matrimonio que los hijos,
donde los cónyuges
con descaro fornican o adulteran
y no se los impiden a los hijos
a hacer lo mismo,
porque no tienen cara
para hacer reclamos.
o les conviene ser cómplices.
Da igual.
Y si de los hijos se trata,
qué mas quisieran conocer
la mayoría de padres
lo que sus hijos hacen en las calles,
a quienes de amistades tienen,
si el hijo otras preferencias tiene,
o si la hija por obra de la píldora
aun es virgen.
Señora sociedad,
la que repudia
al que es pobre o al que es indio,
al que negra tiene la piel,
o al que es judío,
que ignora al indigente
que se muere en las calles por el frío,
que de los emos se afrenta
lo mismo que del cholo y el mara
Que está llena de darketos toda,
O de los que se ponen
pearcings en la cara.
Que fomenta a los adictos a drogarse,
y luego los endecha.
Y a los hijos de nadie los desprecia.
Se olvida que usted fue
quien los arrojara en los vicios,
y luego los señala con el dedo
cínicamente, pues primero,
usted los hace con todas
sus argucias y sus trampas,
con sus oídos sordos y sus trucos.
Señora sociedad
yo la repudio a usted,
y usted lo sabe.
Hoy me paro frente a usted
con un efod vestido,
el mismo que desgarro
ante su cara mordaz
en señal de duelo
como hacen en casos
de oprobio los hebreos.
Vengo a espetarle en el rostro
todo mi asco,
la reprobación de Quien
juzga allá en los Cielos,
que es Quien la juzga a usted,
Y no yo mismo,
Quien hoy me envía a recordarle sus pecados,
los que dije y lo que no le he dicho
y usted sabe.
Vengo a recordarle de parte
de El que juzga, que está puesta el hacha
y el fuego encendido,
que un día que yo no sé,
que solo El sabe viene,
cuando debajo de las piedras
de Su presencia querrá ocultarse
hasta en la sima.
Júzguese hoy usted misma,
si es que sabe,
yo no la juzgo,
y quiero que sepa por qué
no lo hago, porque viene tras mío
Aquel que puede.
Señora Sociedad,
porque aunque en los tugurios
que son todos sus recintos,
y aunque en los ghettos del orbe
more o camine,
yo no le pertenezco más a usted,
lo digo poniendo Al que juzga por testigo,
que Él me rescató de sus abismos,
y en Su mano me guarda de sus fangos,
Y a todo el que Le busque está cercano.
Él mismo lo rescata,
le da un nombre nuevo y lo restaura,
del vicio, de la muerte y del pecado.
Por eso El que juzga aquí me envía
a decirle a todo el que en sus redes caído
desespera, que hay en el Cielo
una esperanza que se mueve en
Su Espíritu en la tierra.
Que usa agentes como yo
para decirle a todo
el que sufre en su vano intento
por dejarla, que solamente en Él
está la fuerza para escapar
de sus fauces ahora mismo.
A decirle a todos sus esclavos vengo,
que Al que me envía,
no encontrará en ningún recinto
que remate sus cúpulas con torres y cruces,
con medias lunas, ni campanas,
que Él no mora en casas hechas
por manos, de hombres,
que ni sus mentes soberbias lo definen,
que Él es soberano sobre todas
las cosas y sobre Él mismo,
que no hay religión
que le respete con certeza
suficiente para decir que garantiza
al Cielo los pasajes.
Que sólo en Su regazó
se puede estar seguro,
que fiel es la promesa
porque Es Fiel el que la ha hecho.
Que nadie está autorizado a decir
lo que Él no ha dicho
y que el día llegará que deban
de responder por sus patrañas,
los que dando testimonio falso
hayan mentido, y en tinieblas
los dientes crujirán al ver el fuego.
A todo el que me escuche
o que me lea este escrito,
he de decirle que escrito está
que en estos días postreros
mientras duerme o se disipa
en el vicio, Mi Señor más Alto
que los Cielos viene a juzgar
a los muertos y a los vivos.
Y ese día usted señora sociedad,
se irá al infierno.