Quien huya de la colmena
por el miedo que siente
al aguijón de la abeja,
no podrá disfrutar
la dulzura de la miel.
Quien aleja su mano del rosal
por temor a la punzada
que le causen las espinas,
jamás sorprenderá a nadie
con el obsequio de una bella rosa.
Quien se siente en la grama
acobardado ante la majestuosidad
e imponencia de una gran montaña,
seguro no sabrá la plenitud
que se disfruta en su cumbre.
Quien no enciende el fuego
por temor a quemarse
se morirá de hambre y frío,
y nunca podrá alegrarse
con la hermosura de la luz.
Quien no es capaz de sufrir
y sacrificarse por los demás,
no gozará de la felicidad
que nos rebosa el alma
tan sólo con amar y ser amado.