Todos la deseaban,
pero nadie,
le había ofrendado un poema,
y en sus bocas de mil lenguas
volaban las perfidias.
Vivía envuelta en sueños
y por su agraciado cuerpo,
todos la apetecían.
La bella rosa lloraba,
sobre una huella vacía,
expresándole al cielo
que de pena se vestía,
Mientras el vil antojo del hombre,
de cerca la perseguía.
Lanza tus penas al río,
que te llamaré por tu nombre,
te llenaré de rosas,
me despojaré de misterios,
te limpiaré la tristeza,
y te escribiré un poema.