Tan ásperos como cristales en la garganta
Se implora de hinojos redimir las faltas,
Acaso después del perdón queden escorias
Que no se pueden diluir ni con las lágrimas.
Acaso sea redundancia machacar los pensamientos
Y harta la conciencia castigue con su afán
Los pensamientos arremolinados.
Qué tan dura puede ser nuestra voz interna
Si el perdón se concedió de la mano del lastimado
Y Cuán difícil sucede que el amargo sabor
Nos queda para castigarnos
Sabiendo que del mal propinado
Eximidos estemos por un perdón sincero
Sin que esto llegue a satisfacer
Nuestra alma afligida.