I
Naturaleza es esa
la que veo en tus ojos
transmitiendo esperanzas,
como el árbol que nace
entre tantos abrojos,
con timidez… se asoma
desde el húmedo suelo,
se inicia esta vida
y también alzan vuelo
ideas de cada día.
II
Naturaleza es esa
la que siento en tus manos
armónica, tibieza
al tocar los acordes
de cada ser humano,
como viento que silba
entre hermosas corolas,
la dulce melodía
repiten caracolas,
tu mar de melancolía.
III
Naturaleza es esa
la que enreda cabellos
en ramales de vida,
frágiles telarañas
uniendo la arboleda,
atrapan esos sueños
el rocío del mañana;
humedece cadenas
rompiendo así penas,
tristezas carcomidas.
IV
Naturaleza es esa
la que huele tus sentidos
que trae aquella brisa,
desde mundos perdidos
con aroma a ilusiones,
a vestigio de azahares,
miel y locas pasiones
suspiros en botones,
la rosa en mis altares
esos recuerdos vivos.
V
Naturaleza es esa
la que lleva tus trinos,
más allá de la sierra
recoge los murmullos,
las quejas, de la tierra
por tortuosos caminos
que gritan no son tuyos;
canta en el horizonte
las viejas melodías
el herido sinsonte.
VI
Naturaleza es esa
la que llora, pérdidas
por tierras calcinadas,
y las guerras pasadas
que han atropellado
tus frescas primaveras;
talando al que se yergue
en pos de la luz guía
que en sequía muere
tras fallida quimera.
VII
Naturaleza es esa
que corre por tus venas
como río desborda,
en las playas serenas
besando hasta las piedras,
desgastando en arenas
las joyas minúsculas
que encienden tus luceros;
guiando en las tempestades
tus cansados veleros.
VIII
Naturaleza es esa,
la que habita en el alma
de obscuras cavernas,
que encierran los misterios
dentro del calcáreo suelo
gota a gota se esculpen
estalactitas ocultas
bellezas blanquecinas,
como perlas que alumbran
esa boca de cielo.
IX
Naturaleza es esa
la que recorre calles,
alamedas, maizales
los montes y valles
que esparce los aromas
de jazmines y azucenas,
que pinta multicolores
rosas y bugambilias,
encendiendo faenas
en sonrojadas mejillas.
X
Naturaleza es esa
que con manos de seda
palpa sueños alados
que deslizan en marea
de nubes alborozadas,
hinchadas de dulce llanto
para regar lágrimas,
empapar suelo santo;
reverdecer las ánimas
de este pueblo en penas.