Cada noche un quejido al viento
retorna taciturna la rutina en el pasillo
donde se arrastran las ganas
chasqueando poleas de mi esqueleto.
Tras la danza del mosquito
embobado en el ritual de su luz,
el sudor recorre atrevido entre los senos
y en la ventana zona violenta donde el sonido
ya no es motivo.
Maulla de dolor el bolsillo
en la huida escabrosa de supervivencia
por la cual la jornada nos persigue
haciendo esclavos a quien quiere pan en su mesa.
Tiñe de sangre el vestido blanco
del ángel nocturno que vigila frontera
con vestiduras de acero
evadiendo células malditas.
Pereciera que muero
mas solo un sueño irremediable
es el que mi día arrebata…
dormiré las horas cuando el sol me extrañe.