Una palabra rodó de mi boca
bajó por mi pecho quemando el silencio,
intenté atraparla, pero mis manos extendidas
fueron lentas ante el filo de su certeza.
Dio vueltas como burlándose de mi despojo
se partió en dos para apuñalar mis piernas,
su peso fue mucho para mis rodillas agotadas
que tuvieron que doblarse en su presencia.
La palabra ya estaba en mis pies
jugando a calzar mis dedos atormentados.
No se percató por su embriague de orgullo
que había abandonado su trono
y que ahora, era yo quién la pisaba.