No se encuentran en el mercado negro
ni en el salmón de los periódicos
ni en los selectos círculos de Wall Street
pero yo te aseguro que es verdad
que el kilo de gemidos cotiza al alza
por encima del yen y el dólar.
Por eso colecciono tus suspiros
tus jadeos, susurros y gemidos
guardados tras el blindaje de mi memoria.
Y cuando quiero, los extraigo
los recuerdo, los acaricio
como un avaro recuenta sus monedas:
en soledad, con los ojos brillantes de codicia
tras la puerta cerrada del recuerdo.
Y dejo volar tus gemidos, tus gritos, tus jadeos
y tú vuelves a estar aquí, a mi lado
radiante, libre, cercana, eterna
entrando a raudales por mis oídos.
Yo beso tu voz sin palabras
que ilumina las tinieblas de mi alma.