Murió dos veces en un mismo instante,
en una cama tablero de ajedrez,
y en una atmósfera de sinfonía clásica.
Moví la pieza y el dijo sus últimas palabras:
¡Jaque mate!
Le velamos un dia con su noche;
en su entierro me acompañaba su familia:
ocho peones su guardia personal,
dos álfiles envejecidos,
dos caballos troyanos,
dos torres sultanas,
y una reina desconsolada.
Un canto fúnebre,
y un golpe seco le dieron sepultura.
¡Jaque mate!