¡Ay!, tus negros ojazos de gitano
estremecen la fibra de mi cuerpo,
¡Ay!, que roce tan suave el de tu mano
que hace ebullir mi sangre allá en el huerto.
¡Ay!, tus besos tan dulces y traviesos
¡Ay, mi cielo!, tus labios fruta fresca,
¡Ay!, tu piel que me lleva al embeleso
caricias que son llamas en mi yesca.
¡Ay!, tu virilidad que me transporta
hacia las nebulosas más lejanas,
es la hora en la cual no nos importa
si unidos, nos encuentra la mañana.
¡Ay!, ese hijo tuyo que me vas sembrando
¡Ay, mi vida!, el hijo fruto del amor,
¡Ay!, el hijo que estaremos esperando
para hacerlo un ciudadano de valor.
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