Hoy, nueve años, seis meses y seis días
después de la última vez que te vi
he sentido un cosquilleo en la punta de los dedos
y he visto renacer en mis manos
la ficticia ilusión de tu piel,
el vello de tu sexo,
de tus lágrimas.
Hoy, con el infinito cargado a mis espaldas
he visto en el espejo un brillo que no recordaba en mis ojos.
Y me he asomado a la ventana orientada al sur
soñando con un avión,
con una llamada de teléfono,
con un tren cargado de arrepentimiento.
Ha sido una debilidad.
Tan sólo un cosquilleo en la punta de los dedos,
cosquilleo solo.
Fíjate que tonto:
tantos recuerdos gastados por sólo un cosquilleo.