Manos suaves y delicadas como la más fina porcelana,
Donde el tiempo y el trabajo duro dejaron huellas,
Huellas de abnegación y dedicación por ellos, tus amados.
Manos gastadas de dar amor, acariciar, secar lágrimas y
Sostener al que la vida ha debilitado.
Sin importar lo débil que tú podías sentirte.
Manos de artista, con las que fuiste modelando la arcilla,
De tus cuatro obras, con paciencia y amor, sin descansar,
Hasta sentirte plenamente satisfecha de la obra
Que habías creado.
Manos de chef que con exactitud mezclaste los sabores precisos
Y convertiste cada humilde almuerzo
En banquetes de reyes.
Manos de mamá, firmes a la hora de castigar,
Pero, dulces al reconfortar durante la tristeza
Y con ternura premiaron nuestros logros.
Ya no están tus manos, pero, aún las siento
En la brisa que recorre mi rostro en el atardecer,
En las gotas de lluvia que humedecen mi cabeza y
En el sabor de las comidas que me enseñaste a preparar.
Tus manos, manos que no están,
Pero, que me acompañan cada día.