Cundo el dolor y la tristeza nos invade
y sentimos que la vida se escapa
como el agua cristalina de una cascada
que nos permite beber de nuestra mano
de muchos sorbos seguidos y pequeños
saborear de su frescura y su pureza
hasta saciar la sed de ese momento.
Pero es imposible intentar sostenerla
por más grande que sea nuestro esfuerzo
y tanto unamos nuestras manos,
ni siquiera nos permite conservarla
aún así se desliza suavemente entre los dedos
y es imposible retenerla para siempre
porque es libre y no hay soga que la ate.
Así como se secan nuestras manos
por un tiempo hasta volver a la cascada,
así se acongojan nuestras almas
y no nos dejan expresar lo que sentimos
ni plasmar en un verso eternamente
lo que quisiéramos decir con las palabras
pero eso dura y pasa por un tiempo...
Cuando vemos a lo lejos una luz
que de a poco ilumina a nuestras almas
y nos brinda su calor tan suavemente
que de a poco acaricia nuestras almas
nos calma la tristeza lentamente
la vida se aferra y nos deja expresar
en nuestras letras las palabras.