Diáfano centellear de primavera,
todas las flores, todas
se incorporan al perfume de tu cuerpo,
desliza suavidades tu piel
en su contorno
y se detienen mis latidos en tu aliento.
Cascada silenciosa cae de tu pelo
y escabullen por él el campanario,
la diana del sol por la mañana,
el arrullo de un bebé cuando oscurece.
Se cierran las compuertas de tus ojos
llevándose mil sueños a su lecho,
tal vez el cosquilleo de sus pestañas
haga brotar de la luna una sonrisa.
Desvanece el tiempo si tú duermes,
a tu lado se exilian mis suspiros,
respiras mariposas
y maduran los duraznos en tus senos.
Se riegan de jazmines y canela
tus femeninas formas en la sombra
con tibieza de panes tropicales
y en tu sangre derramado sol de estío.
Velan tu descanso mis ojos llenos,
comiéndose las ansias amplios trechos
devorados los mares y las tierras invencibles,
duplicando tu figura la ilusión de espejo.
Se contiene una lágrima furtiva,
tal vez llueve tarde en la sequía,
no puede mi mano acariciarte,
aunque tus besos me lleguen con el viento.
Aún así, dulce mujer dormida,
beberé tus cántaros de vida,
cantaré tus trinos de violines
y se hará un nido mi amor entre tus brazos.
Te amo… y tú lo sabes.
16-03-2010
Derechos reservados por Ruben Maldonado.
(Safe Creative Certificado Propiedad Intelectual 1108079819215)
Ilustración: anochecer en Tandil, desde mi ventana.