Enjugando mis yemas de versos
nacieron siempre vivas en los recuerdos.
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Sueños que descifró cual demente
y no veo como la homogeneidad constante
segrega de las migas el pan crujiente
que alimentan las carteras del pasado
cielo azul celeste deja que caiga al suelo
esa manada borrascosa de nubes tan tenues,
deja creerme pastor en la tarde creciente
quiero jugar a ser yo no como me pintan,
de acuarela y tiza quiero pintar mi sonrisa
encontrar en el sueño estridente
el apacible rebaño de nueces
queriendo ser el frondoso nogal silvestre,
dejando esencia del pelaje que cubre la nube,
en el lecho marino que despunta el camino
en el horizonte cobrizo dando comienzo
al letargo de tiempo enclaustrado,
en espuma de mar ser el trino
de la ola en la roca al coral me asomo
y siento del verso, la caricia del campo,
siento del mar la caricia, la brisa fugitiva
que deja al fugitivo navío en altamar.
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Cuando el sol se ahoga en el horizonte
y las flores cierran sus pétalos de colores
entra en mi alma la fragancia de la noche,
sueños descalzos vienen y van como las olas del mar.
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Sueños que los lirios abren al color de la noche,
arrastrando con gran derroche los corazones
que siguen despiertos en el calor de la noche.
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En la naciente primavera de la vida
la esencia condena que me guía
al profundo abismo que ofrecen tus brazos
y a la laguna de tus ojos donde mi alma se baña
en tu regazo, dulce manto donde mueren mis penas.
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autor: Adolfo Casas C