Si los hombres prestáramos atención
cuando somos hijos,
a la voz de un padre
cuando nos habla de los caminos de la vida...
Si los golpes que nos damos al caer,
si las vergüenzas
que nos hacen pasar los fracasos,
sirvieran al menos para que nuestros hijos
no cayeran en los mismos errores.
Yo, quizá habría podido evitar a mi hijo,
tener que descender al frío
y a la obscuridad de una mina,
a donde nada tendría que hacer hoy,
si me hubiera escuchado.
O según él,
si yo no lo hubiera dejado
cuando contaba con tan solo cuatro años de edad.
Pero qué vamos a saber
hasta dónde puede llegar a doler un divorcio
o qué preferirá un hijo,
si este, o vivir el infierno
de una pareja de padres que riñen
a todas horas y por todo.
Si los hijos, no pretendieran castigar a los padres,
no se castigarían a ellos mismos.
Si los jóvenes comprendieran
que se les habla de fe,
para que no lleguen a perder el rumbo
por ir detrás de "la vida".
Si nos dejáramos de esa respuesta trillada:
"déjame cometer mis propias equivocaciones",
con la cual escupimos
sobre el consejo de un padre o de una madre.
Si la necedad de las personas, no fuera tan grande...
quizá mi hijo, no estaría ahora mismo
trabajando en una mina, Dios sabe dónde.
Solo Dios sabe qué busca
hacer de él con este avatar.
Lo único que sé, es
que si yo lo hubiera sabido a tiempo,
lo habría detenido.
Pero quién sabe, seguramente
que le habría interrumpido
en el proceso de ser lo que se dice: un hombre.