La suerte casquivana
a veces se me esconde,
distraída, mundana,
me apremia el buscarla
y me pregunto... ¿Dónde?
No entiende para nada
lo punzante en las noches,
del dolor de aguijones
que taladran mis huesos,
haciendo que me pierda
en ayes y lamentos.
Son horas de agonía
orando, suplicando
al Señor de los cielos,
que me duerma unas horas
para así descansar.
Pero escucho los gallos
anuncian que amanece,
y mis ojos cansados
abiertos aun están.
La oscuridad da paso
al sol de un nuevo día,
y el cuerpo lacerado
sufriendo continúa.
Mas a pesar de eso
me sonrío y bendigo
pues nadie tiene culpa
de mi calamidad.
Sé que si alguien pudiera
aliviar esta pena,
segura estoy lo haría
por ser un alma buena.
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