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TRAS LOS ULTIMOS DISPAROS ( Rosendo Ocaña)

La sombra obscura de la noche
hería la blanca luna con sus rayos claros
y escuchábase allá en la lejanía
de las huestes los últimos disparos

 

 

 



Sembrando el campo de muertos y heridos
tropezaba con ellos a mi paso
y aun parecía sonar en mis oídos
el ronco trueno de los cañonazos

 

 

 



Gemidos de dolor aires perdidos
entre la inmensa bóveda del cielo
las aves huyeron de sus nidos
aquella noche de tristeza y duelo

 

 

 



De pronto mi ser se estremecía
algo me sujetaba y sentí frió
y oí una voz moribunda que decía
Escúchame un momento hermano mío

 

 

 



Quise huir, alejarme, pero en vano
la voz llego a mi corazón
y algo más fuerte que la débil mano
Me detuvo a escuchar al moribundo

 

 

 



Recupere el valor, llegue a su lado
era un pobre soldado en agonía
una bala clareándole un costado
le robaba el aliento, se moría

 

 

 



La sombra de la noche me impedía
examinar al hombre sus facciones
que era joven, su voz me lo decía
quizás un recluta de nuestros batallones

 

 

 



Escucha hermano mío yo me muero
dijo la entrecortada voz aquella
pero muy antes de morir te quiero
Esta razón dejarte para ella

 

 

 



Vas y le dices que expire contento
tranquilo y fuerte ante el deber cumplido
que suyo fue mi último pensamiento
Por que con toda el alma la he querido

 

 

 



Que no vaya a llorar porque su llanto
presiento que me robara el sosiego
dile a esa mujer que yo amo tanto
que suprima sus lágrimas de fuego

 

 

 



Y después de contarle mis dolores
le ocultas donde esta mi sepultura
porque no quiero que al llevarme llores
Aumente su dolor y su amargura

 

 

 



Llevose ambas manos a la herida
Al parecer contento sonreía
Temiendo que le huía la vida
Una seña y un nombre yo le pedía

 

 

 



Hizo un esfuerzo,
la voz aquella
Que ahogaba el viento,
al azotar las ramas

 

 

 



Y al tiempo que me dijo:
ella, ella es mi madre
esta lejos...
y se llama...

 

 

 



Y al pronunciar un nombre tan sagrado
Se borraron los negros nubarrones
Y de la luna al manantial plateado
Se esclarecieron sus pálidas facciones

 

 

 



Por que dejas señor que así taladre
el cruel destino la corazón humano
Era aquel nombre de mi propia madre
Aquel desdichado era mi hermano

 

 

 

 

AUTOR:Rosendo Ocaña