En un sillón si respaldo,
se recuesta mi gran pena.
Debajo de un árbol sin hojas,
se cobijan mis congojas.
como carrusel,
si niños,
van caminando,
mis horas.
En la trampa de olvido,
nunca he caído,
por eso se mece mi alma,
entre el recuerdo
y el desvarió.
En una cárcel sin rejas,
vive mi raciocinio recluido,
y en las soledades del alma,
no hay cabida para el olvido.