Hay días que se derrumban como torres gemelas
en Nueva York
como torres inmensas que sepultan tus sueños
como si quisieran borrar de la faz
de la tierra tus vuelos y tus desconsuelos
que se empezaban a consolar.
Hay días que se empeñan en ser torpes
en decirte de frente tsunamis
en ponerles bombas de tiempo a tus cartas lamidas
por ternuras áureas y ojos ausentes que brillan
promesas posibles.
Hay días que miras cómo pasan los trenes
cómo anudan las nubes despedidas
y terminas
con ganas de darte un abrazo fuerte
para sostenerte
y decirte que hay tiempo
que importa el silencio que suena en tus oídos
que nada está perdido
que existe una mano que está sosteniendo
tu esperanza abierta, tus sueños quebrados
tus lentes sin vidrios, tus pasos cortitos que avanzan
despacio.
Hay días que miras y hay sombras
y escuchas que nadie le canta canciones al agua
y crees que navegas solo
en un bosque de siluetas que esfuman sus propios colores
como si las fumara la vida
y en un parpadeo la casa brilla como un templo
los platos parecen patenas y el cuerpo un sagrario
donde está Dios sentado
y no está llorando.