Jamás pensé en tus alas.
Sólo soñaba con tus labios y tus ojos.
Ansiaba palpar tu piel
y el cuerpo frágil, ofrecedor de miel.
Deseaba tus besos,
extraños ellos,
húmedos, mudos
y preso, yo, de aquellos nudos;
no distinguí tu vuelo.
Jamás pensé en tus alas,
porque el amor a veces, es verdad que es ciego,
porque en ocasiones se pierde en un juego.
Y sucedió un día
que por amar así, con loca entrega, casi sin ver,
al querer poseerte y no encontrarte mujer;
supe al fin de tu vuelo.