Aquella palabra que te dije, y que sé que no entendiste,
no es el eco de este hombre que te quiere;
que te sabe dar valor por ser tan dama,
y la hembra que la suerte a mi me niega,
aunque de rodillas y entre ruegos mucho insiste.
Aquella expresión fue mía, no lo niego,
pero no con la emoción que tú lo viste;
quien no quisiera verte como Eva,
en el jardín del amor, que me prohíbes.
Eres nube de un cielo acaudalado,
con estrellas que lo visten por las noches;
y bajo el calor del sol que es tan radiante,
aquí en la tierra para mi, si no eres tú, ya nadie existe.
Compréndeme mujer no quise herirte,
y mil veces te pido me perdones;
pasé una noche paseándote en mi mente,
no dudes de mí, que yo conozco de tu honor y tus valores.
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José Miguel (chemiguel) Pérez Amézquita