La titilante luz de tu cadera
reanima mis brasas
entierra ancestrales conceptos
despierta irrefrenables apetitos
conjura demonios incapaces de alejarse de ese universo,
tan vivo,
tan latente,
fiera somnolienta que ronroneas agazapada
a la espera de una presa inevitable.
La titilante luz de tu cadera
me recuerda que con solo estirar la mano
podemos hacer añicos nuestro mundo,
fragmentos de sexo,
olas de orgasmos,
inacabable ciclo comenzado en la caverna milenaria
en que el hombre descubrió un parpadeante destello
sobre tu cadera y al alcance de su mano.