En una cajita dorada guardé tus luces de guirnalda,
no aguantó mi esperanza y se coló a tus espaldas,
eres sólo un marinero errante que viaja de tanto
en tanto entre mis aguas, tus ojos de miel y pestañas
alargadas sólo dejan ver lo inigualable de tu alma...
En una cajita dorada escondí tu sonrisa quebrada,
para que nadie la encuentre posando en mi nostalgia
de verte naufragar en mis aguas, de encontrarte
casualmente, cada sortilegio en madrugadas...
En una cajita dorada solo dos cosas brillantes
resaltan entre tantas cosas allí sentenciadas;
recuerdos palpitantes adornados con luces de guirnalda
y una sonrisa quebrada que visto de vez en cuando para
cruzarme por tu ventana...