EN EL AUTOBUS
Mis ávidos ojos recorren quedamente
la curva de esa espalda y la cadera,
la acaricio desde lejos, lentamente,
perdido en ese olor de primavera.
El cabello cae, en su espalda, muy rebelde y rubio,
agítalo el viento para mi alegría
hace poco al autobus subió
amenizando el trayecto y alegrando el día.
y, sin evitarlo, miro de sus piernas la tersura
adivino, entre sonrisas, la cálidez de su regazo
que brota, como las rosas, su hermosura.
y entonces, sorprendida y ofendida, no me hace caso
se levanta, pide la parada, se apresura
a bajarse, no sin antes darme un carterazo.
Guivel