Cuando las hojas sean ido
siguiendo su fiel camino,
cuando en tiempo y sin olvido,
en noches de plenilunio
han presenciado ya en las alturas
los encuentros más divinos,
mas ya envejecidas como las horas,
se alejan las hojas taciturnas
ya vencidas por los tiempos.
Fueron ellas las más queridas
en aquellos años verdes de vida,
y fueron las de las añoranzas
las ahora perdidas.
Un suspiro en el silencio,
un encuentro hacia el misterio
que en todo tiempo
goza a través del aire,
y gozosas las hojas en la vida
con las caricias del aire.
Y en el último instante
que la vida le ofrece,
de la nada surge
el reencuentro invariable
con la madre tierra,
con la tierra húmeda
que huele a santa,
con la tierra santa
del camposanto.