La noche pasa y no vuelve
para quedarse a dormir en tu pelo,
tus ojos son polvo de la estrella
que con sólo verte bajó del cielo.
Llegan suaves brisas de verano
desde la orilla lejana del mar,
para decorar siempre mis silencios
y la cadencia de tu suspirar.
Un fuego divino formó tu cuerpo,
y un cincel de belleza lo modeló,
en él se funde este atardecer
y el sendero que mi mano dibujó.
La puesta de sol robó de tus labios
ese delicado tono carmesí,
aquel que colorea la sonrisa
más linda que jamás conocí.
Te quiero... te necesito... y más que eso,
seguiré el sonido puro de tu voz,
para llegar a ti y atraparte con un beso
bajo un cielo dulcemente azul.
Ceci Ailín