Fue una dulce infancia
la mía... qué de niña,
alegre retozaba
descalza en la campiña...
por la granja perfumada
de nísperos y miel,
abejas, árboles, flores,
esparciendo sus olores,
en el magnífico Edén .
En el jardincito
que florecido siempre estaba,
yo buscaba un duendecito
que en las petunias se ocultaba.
Universo de amor, en él jugaba,
a las muñecas, a la cuerda,
a los árboles trepaba,
a bajar una cometa,
qué, en sus ramas
se enredaba.
Perseguía mariposas
para meterlas en mi bolsa,
comía golosinas
y la panza me dolía...
al llegar a casa
mi madre me esperaba
con una aspirina
y el dolor calmaba.
Recuerdo tanto...
en su juventud, a mis padres.
¡Qué hermosa mi madre era!
con su negra cabellera
cayéndole a la espalda,
parecía una gitana
con crespones en la falda.
Con lunar en la mejilla,
boca tan hermosa
de rojo carmesí,
fue por eso que mi padre
loco se volvió por ella.
Todos la admiraban,
era la mujer más bella,
del mundo y cualquier lugar.
Mi padre era gallardo,
gentil, caballeroso
y era el hombre más amoroso.
De mimos me llenaba,
mientras mamá, el café colaba,
para brindárle a mi padre
que con dulzura la miraba.
Hoy llegan a mi mente...
esos días tan queridos,
quiero vivir nuevamente...
pero la niñez se ha ido.
Fueron días felices...
época que nunca olvido…
Esos días que nunca volverán,
en mi recuerdo quedarán
arraigados, cuán raíces.
Felina