Ese caballo alado
donde tan bien cabalgas,
impactante guerrero
de torso musculoso,
con fabulosa fuerza
desgarras las cortinas
de los cielos, y gozas
sosteniendo la antorcha.
¡Que gran portento de Ángel!
mística maravilla
de aureos resplandores,
las alas refulgentes,
los ojos dos estrellas
y la piel de visón.
Tus dorados cabellos
caen sobre los hombros,
majestuosa cascada
ondulante y soberbia
de origen celestial.
¿Acaso eres tú
uno de esos cuatro jinetes,
que esperamos ansiosos
los que estamos cansados
de vagar y vagar?
¿O serás el que espera
para la gran batalla,
el que con su victoria
al fín nos librará?
O puede que tú seas...
el de la llama verde
consolando al enfermo,
con deseo ferviente
de hacerlo mejorar...
Pero segura estoy
que un Ángel eres tú,
y de cualquier manera
nos podrás ayudar.
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Miriam Rincón U.