Entre correos electrónicos y conversaciones virtuales,
fuimos conociendo nuestras habilidades, sueños y nostalgias.
Tú, el diseño y asuntos de publicidad, fotografía, video y grabaciones digitales.
Yo, mi pasión por la enseñanza en el complejo mundo de la química
y mi amor por la naturaleza.
Tú, con ansias de saber sobre tu tierra vista por otros ojos, que no fueran
nefastas noticias de prensa.
Yo, en búsqueda de amistades, que escucharan una voz,
las reflexiones que a diario hacía sobre la conservación de los paisajes,
de las plantas y animales. Tradiciones y remembranzas para no decir adiós
a las costumbres y recordar de nuestro cielo los celajes.
Descubro en ti, a un aliado, un amigo en mi aventura
a la expresión abierta y hacia los primeros esbozos de mis sueños de poeta.
Y es que se siente la sinceridad, aunque se plasme en la pantalla,
que respetas y compartes la misma percepción que se tiene por el planeta.
Mi agradecimiento sincero por hacerme partícipe también de tus aficiones
y de tu familia. Por tus amables consejos, por divulgar en tu “Quetzalandia”,
parte de orígenes comunes; que nos brindan emociones.
Y de allí desprender temas de inspiración.
Gracias, por apoyar la producción de mi primer salto a la literatura
interpretar en la portada que culminó en la publicación
de un libro, en el que puse al descubierto parte de mi esencia.
Gracias amigo, por brindarme esperanzas cuando algunas veces
me he sentido perdida; por compartir mi inspiración con otras personas
y por ese amor que tienes a nuestro país, que te recompensará con creces.
Gracias por no olvidar que acá el hombre de maíz es un luchador,
y sabe ser triunfador, como lo has sido tú allá en el extranjero,
donde forjas tu historia con esmero.
Y en esa mezcla de culturas latinoamericanas has formado una familia,
de tu mano han conocido este país bendecido por aguas hermosas
como las de Atitlán o de Izabal, calentado por el sol de Oriente,
con una historia en la ciudad de las perpetuas rosas
y un milenario pasado en Tikal, sitio arqueológico imponente.
Gracias te repite, desde el patio de coloridas bugambilias
tu amiga que tan solo quiere ver la mágica estrella
iluminar el camino para contribuir a que esta tierra siga siendo bella.