Sus ojos reflejaban
la nostalgia de cuando
su mano operante brillaba.
De sus pestañas
volaban imágenes
aladas de metáforas
Su espalda de iglesia apoyada
llevaba el hueco acústico sonar
de las múltiples misas/
En sus oscuras cejas
destellaba el negro
surrealismo de Arthaud/
Sus nalgas habían modificado
la estructura de la baldosa,
las piernas dormitaban
como dos largos labios cruzados
de bondadosa arcilla/
Sus amables pies
eran el hogar del ángel celeste...
Y cuando erguía su cabeza,
contemplante miraba
con ojos de honra al día/
En su rostro no andaba la vergüenza
cuando una ataviada y gentil dama
apoyó su mano de abultado óbolo/
Él miró...
ella conquistada habló...
Gracias caballero por su cálida mirada
porque en las calles
anda la mirada con su fría ausencia/