Se lamentaba un poeta, con un amor ya perdido.
El por qué de su abandono, lejanía de su lado.
¿Por qué me dejas tan solo ahora que necesito?
Tan siquiera una palabra de tu boca no he escuchado.
Recuerdo que me decías que fueron las versos míos,
Que encendieron tu pasión y el haberte enamorado.
Hoy veo que no es así y aunque ya no estés conmigo,
Mi lápiz sigue esperando y por nada se ha cansado.
Yo nunca tuve riquezas como un acaudalado,
Pero fluían palabras diariamente por mis labios,
Que tan sólo se apagaban, cuando besaba tu boca
Y mi corazón latía con un ritmo acelerado.
¿Por qué se escapa el amor cuando más se necesita?
Y es entonces la tristeza, la que nos corroe el alma,
Embargándonos la vida y haciendo perder la calma
Con heridas incurables y su perfidia maldita...
Huérfanos están mis versos de aquel amor que sentían,
Cuando tú que eras la musa la inspiración encendía.
Eso fue ayer, pero hoy, dónde estás que no te escuchan
Dales aliento mañana a ver si los resucitas.
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José Miguel (chemiguel) Pérez Amézquita