Las riberas de mi vida,
regadas por aguas turbias,
reverdecen a tu paso
y mil colores anuncian.
Aguas claras, cristalinas,
son tus miradas, mujer,
donde reflejas tu alma,
que me hace a mí enloquecer.
Has inundado mis campos
con tu sonrisa de niña
y el árbol viejo revive
en primaveras floridas.
Y a ti te llama y reclama
para ofrecerte sus brazos,
que vestidos de ilusión
te darán sombra y abrazos.
En mi tronco encontrarás
la corteza de mi vida,
y en mi savia libarás
el néctar de mis caricias.
Haz de este tronco tu casa,
tienes madera de sobra…
que yo le pondré techumbre
con las tejas de la aurora.
Las noches serán eternas
en el calor de la lumbre,
y al alba te haré el amor…
hasta que el sol nos inunde.
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