Recuerdo los alientos amorosos que se exaltaron,
allá en el horizonte donde rayaba el edén.
Guirnaldas y zafiros colgaban de tu cuello,
siendo tus ojos como el cielo
que en lo más alto… se iluminaron.
¿Recuerdas a la luna amante que en plenilunio nos cobijó?
Éramos sus fieles enamorados de plácida sonrisa
en el bosque sinuoso y en él, tu cuerpo encantado
como bella amante se tendió con desnudez encendida.
Los pájaros con trinos entonaron mis deseos.
Jadeos solo se escuchaban
en el cálido bosque que nos dio cabida,
y una sonrisa tímida y maliciosa tuya
anunciaba la satisfacción de un nuevo despertar.
Mí corazón de amor bullía
habiendo traspasado la inmortalidad.
Tras el transcurrir del tiempo que calló un instante,
muy enamorados lentamente nos incorporamos.
Las rosas despidiendo vivamente su fragancia,
la magia del amor había cumplido
con creces su divino cometido,
y yo a tu lado, con mi amor rendido.