Querida Ana María Matute,
qué fácil es caer en la tristeza,
cuando uno ya no vale ni de espuelas,
ni de arado que orea la tierra seca.
A solas ando con mis pensamientos…
Y llego hasta esa plaza de la Liberación,
tomando la calle cual turco o egipcio
pero sin violencia ni disturbio.
A solas ando ¡qué remedio!
en esta era de individualismo.
Y es que todos están tan ocupados,
que ya ni familia tengo.
A buen seguro, cuando habitemos el nicho
mantendremos esas charlas -largas y distendidas-
ésas que nunca tuvimos de vivos.
Eso sí, no antes de la doce.
En la hora de los muertos.
Cuando los zombis se comen
las nueces de los hombres sin criterio…
Devorando los rostros de aquellos que,
embarrados de podredumbre mental,
ni agachados pueden con el alma.
Engullendo como a esos otros que
espetan contra rectos argumentos,
por ejemplo, los de aquel quince de mayo callejero.
¡Añicos hacen la bendición humana!
Trizas hacen de la inmortalidad terrena,
cenizas de la divina esperanza.
¡Y así andas España mía! Paseando el necio juicio.
Abanicando el nihilismo
en un mar de apostasía.
Por tierras moras, a solas, con mis pensamientos ando…