Ya no espero el ringtone que había adquirido
en la oferta virtual tan insistente.
Ya no espero la claridad del día
ni el olor del pan de la panadería
de allí enfrente.
Disfruto del agua como si no hubiera;
como si al desierto de su piel hoy le lloviera.
Se cambió contento, perfumó su pecho
y aspiró la onda entre mandarinas y limones frescos.
Se tomó unos mates largos y espumosos
y comío tostadas con esas frambuesas que lo vuelven loco.
Eligió corbata, a tono, colorida;
y se puso el ambo que le recordaba sus mejores días.
Salió de su casa,
levantó la vista
y le guiño un ojo, como de compinche, al sol que reía.
Aspiró profundo, casi a tanque lleno,
el aire precioso, de aquella mañana, de aquel día bueno.
Rejuvenecido, por la nueva chance,
salió a su trabajo, tan agradecido
con su Dios aparte.