Recuerdo cuando te vi
parada en una esquina
sin saber que en tu jardín,
sólo había espinas.
Quise como buen jardinero
con afán y entereza
podarte con gran esmero
y quitarte la maleza.
Los intentos fueron vanos
ya tú eras flor marchita;
vaciaron tus manos,
Ay, de tantas cuitas.
No pude, hacer florecer
la belleza de tus flores en botón,
lograste, en silencio esconder
los impulsos de tu corazón.
Hoy escribo con dolor
estos versos postreros…
Ni tú fuiste mi flor,
ni yo fui tu jardinero.
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