Gruesas gotas escurren
por la ventana.
Un viento gélido recorre
toda la habitación,
los colores de nuestros objetos
toman brillo al contacto con el cristal
que los invade; el agua,
cambia de estado,
pierde su sutil esencia;
el calor poco a poco se apaga,
y las olvidadas flores envejecen
junto con los tibios recuerdos.
Y aquel nevado cuerpo
que reposa sobre frío lecho,
ya no es morada de suspiros,
ni siquiera de una lástima de amor.
Solo afuera la claridad del sol,
invade a los transeúntes, que
agitados, pasan vagamente
por mi ventana.