La humedad me traga a pedazos,
aquí las mañanas estorban, desesperan.
Siempre soñé manejar mi propio auto,
sonreir a la muchacha de ojos claros,
invitarla a pasear por aquellos campos.
No sé, tal vez darle un beso:
"Nos vemos mañana, te quiero, mujer, te quiero"
No tengo auto, y la mujer..., dicen que se fue
lejos de aquí, hace años...se fue lejos.
De verdad, estoy cansado,
se me olvidó la última ilusión,
quedé con los bolsillos rotos,
con mis ganas de vivir hecha costumbres.
Miro el reloj y no sé para qué...
a veces escucho aquella canción,
una que habla de esperanzas, del nuevo día,
¡Dios, quiero un auto!, quiero verla una vez más
para saludarla, "¡hola, cómo estás, ven sube...!".
Nada ocurre en las mañanas,
llego a la oficina, agarro la escoba,
la cubeta, mis tristezas, mis manos blancas,
mi alma encorbada...comienzo a trabajar.