En mis recuerdos hombre de rostro sonriente,
concebido en mi patria de dignos descendientes;
heredero de los sabores de una madre luchadora.
¡Quién tuviera esa sazón! Que le pones a la sopa,
despertar con el aroma de un pan que se dora,
o un dulce turrón que se funde en la boca.
En navidad tus molletes, torrejas o tamales,
dibujarán en los labios sonrisas hasta las orejas
al saborear las mieles de tus viandas especiales.
Amoroso y complaciente con la prole de sobrinos
recuerdan tus abrazos y atenciones en sus viajes,
y tú observando en sus pícaros y traviesos ojos
el color y la nostalgia de aquellos bellos paisajes,
donde quizá solías jugar y soñar con los patojos
en tu época de infancia que se añeja como vino.
Gracias amoroso tío, aunque a veces te creo dormido,
se que sueñas…con el agua del río, de tu país
suspendido en tu gran corazón y alma de niño.