Mujertaina

MIGUEL, EL LIMPIAVIDRIOS

Lloriqueaba la noche
mas de estrellas se vestía
el tráfico no avanzaba
y las horas transcurrían
el semáforo era aliado
pues sus luces no servían
yo desesperaba,
lloraba mi hijo
que de hambre enloquecía
 
Un limpiavidrios mientras esperaba
al auto se me acerco sonriente
e irrumpió de mi hijo la letanía
quien no quería entender
que dinero yo no tenía
para su hambre satisfacer
 
Aquella mustia y extranjera sonrisa
me insinúo que bajara de mi coche el cristal
tenía la cara sucia y su pelo desgreñado
sus ojos grandes pardos de verde matizados
su cuerpo robusto de no más de doce anos
llevaba sus harapos muy bien combinados
y en sus pies, sus sucios e invisibles zapatos
 
Con prudencia me dijo:
disculpe usted Señora
ya es tarde, la noche impera
de aquí la distancia es extensa
hasta donde mi morada queda
y mi pobre madre en casa
mi tardanza desespera
y el día conmigo hoy
no ha sido muy generoso
cualquier suelto que usted tenga
servirá para el transporte
de este humilde andrajoso
 
Ay! buen niño si supiera,
que no tengo ahora tan siquiera
con que calmar las ansias de mi hijo
que de hambre desespera
 
Tal vez intuyendo lo que es sentir hambre
metió sus manos en los bolsillos y sacó
las pocas monedas que limpiando vidrios
durante un día entero se ganó
y con una sonrisa mas grande que la noche
extendió su mano y me las dio
 
Tenga usted señora, me dijo
lo poco que limpiando vidrios
me han pagado hoy
tómelas, cómprele de comer a su hijo
que ya veré como a mi casa llego yo
 
Me doblegue ante tanta grandeza
Y juzgue a esa sociedad
que sentencia por apariencias
y no da oportunidad
Como puede caber tanta nobleza
en tan pequeño corazón?
que se olvida de si mismo
y mitiga a los demás de su pobreza
 
La noche después también llovía
y el cielo de estrellas aun se vestía
Volví aquel lugar en busca de aquel niño
Pero qué extraño! Nadie allí le conocía
 
Quisiera encontrar aquel chiquillo
Que hoy, estoy segura
es un hombre de bien
Pero de él solo me quedo su nombre
Como olvidarlo! Miguel!