Yo no escribo mis poemas, me los dicta el corazón,
y me siento ser de este, ser su eco, ser su voz;
muchas veces con nostalgia, nos encontramos los dos,
y el me dice lo que diga, y yo acato su opinión.
Sus penas son penas mías, compartimos el dolor,
cuando las cosas no salen, aclamamos al Creador;
y el sabe de mis tormentos, y cuanto he sufrido yo,
al ser un mudo testigo, cuando he perdido un amor.
Mas ahora que quisiera librarme de mil tormentos,
y dejar mi pensamiento libre cual ruiseñor;
volando contra los vientos que acarreen amarguras,
por no parar en locura por causa de una mujer,
que en cuestiones del amor, ni come, ni deja comer.
Lástima me da mirarla y verla como se hunde,
y en vez de hacerse valer, cae en la podredumbre;
regalando su pudor que no tiene relevancia.
quizás vive la ignorancia que afectan ya sus sentidos,
no es cual pájaro herido, que lucha y no se esconde.
Yo no escribo mis poemas, me los dicta el corazón,
y él al igual que yo, no juzgamos las mujeres;
por que yo nací de una, me apenan las que se pierden,
y gustan causarle daño, quizás al más que las quiere,
palabras de un corazón, que soy eco, soy su voz.
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José Miguel (chemiguel) Pérez Amézquita