- Mamá ¿vos te acordás de aquel vestido
el que es cortito y fruncido,
que vos llamás atrevido,
que tiene un moñito atrás?
Me lo pues el otro día
que salimos con la tía
y las chicas a cenar.
Mamá ponete a pensar...
El que es azul oscuro.
Que parece bordado
con hilitos de metal.
Si no lo encuentro es seguro
que me voy a reventar.
-¿Qué voy a estarme acordando,
si siempre te estás cambiando
para ir a cualquier lugar?
-El de telita finita.
El que usé con los zapatos
que traje del Ocotal.
Los de los tacos bajitos,
que compré con la cartera
y que a vos te compré un chal.
- Dejate de jorobar.
¿A qué me estás preguntando
si sabés que ni soñando
yo lo voy a recordar?
¿Es que en ese tiradero
al vos llamás ropero
no lo podés encontrar?
-Mamita no seas malita...
Pegate una pensadita
vas a ver que te acordás.
Ay mi mamita bonita...
¿Me lo ayudás a buscar?
-¿Con semejante alboroto
mira, si me voy a negar?
Ya me voy encomendando
antes de entrar a ese cuarto
los santos hay que llamar.
Ahora entro en tu agujero...
¡Madre Mía, por Dios Santo!
¡Te lo juro que me muero!
¡A donde miro chiquero!
Aquí hay que fumigar...
si parece basuero.
Jamás lo vas a encontrar
con semejante reguero.
Donde quiera que me fijo,
solo desatre veo.
Te aseguro que esta pieza
no tiene pies ni cabeza.
No puedo ni comenzar
¿aquí qué vas a buscar?
Ponete ya a arreglar
hasta dejarlo prolijo.
Te prometo que de fijo
allí lo vas a encontrar.
Una vez que terminés,
vengo y te ayudo a limpiar.
Mientras vos vas trabajando
me voy yo regresando
a mi mundo a respirar.