Idelfonso Buitrago Arango

A PROPOSITO...!!!

“ ..y no halle cosa en que poner los ojos,

que no fuera el recuerdo de la muerte..."

 

Quevedo

 

“...Adelante la muerte va a caballo,  en un caballo muero.

Sobre este poema vuela un cuervo

Y lo escribe u mano de ceniza...”

 

EPISTOLA MORAL,  Eduardo Carranza

 

 I

Nada nos sorprende hoy:

Vida y muerte se agotaron

en toda posibilidad de asombro;

hasta parece que las flores

hubiesen perdido su misión:

Sublimar el luto y las victorias

o aromar el espacio indescifrable

de la  ausencia o las derrotas,

o sorprendernos gratamente

en una fecha señalada.

 

 

II

Con el impacto telúrico de siempre,

las  “ grandes muertes    nos siguen conmoviendo.

Su estrépito de bronce derrumbado

moviliza tras de sí,  con sus escombros,

la hipérbole repetida del repudio:

Personajes que se saben de memoria

el trágico roll de los   sepelios

con su recurrente oratoria lapidaria

de flores,  sollozos,  y  “ marchas de silencio ”.

Esa es la hora de las  “ grandes muertes 

que ocupan las páginas del tiempo y el espacio,

con su gran escarapela de “ importantes ”.

Su resonancia, - que supuestamente  nos afecta a todos -,

contrasta,   quien creyera,  con diferencias abismales,

con otras muertes que no alcanzan a incumbirnos

con su leve envergadura   de lo anónimo.

Sus  fúnebres cortejos,  sin marchas solidarias,

no estremecen el llanto ni la rabia ni el rechazo,

porque no ocupan los puntos cardinales

de   lastimeros repiques de campanas,

sino el espacio cenagoso  de la impotencia

y el rezo elemental apenas musitado.

 

 

III

Cuando el tipo se paró al estrado

- y de eso hace ya mucho tiempo -

Dijo:  Señoras y Señores,

“ ...la cosa se va a poner color de hormiga ... ”

Vendrán los tiempos en que la aurora

será el epígrafe boreal del luto

y los ocasos la rubrica sangrienta

de una historia escrita

con la sangre de la guerra.

 

Pero ninguno de nosotros le creímos

y no entendimos que su hipérbole profética

un día como hoy,  hermano,

dejaría de ser noticia ajena

que solo nos tocaba con su eco,

para ser,  como lo es ahora,

la ración recurrente de dolor

que nos sirven sobre el mantel del día.

 

Su terrible certeza de desolación y llanto,

- pregonada desde aquel entonces -

nos habla hoy de la rígida fila de la muerte

 y de muchos muertos sepultados en arrume

subrepticiamente sin oración ni sirios ni velorios,

o de muchos otros que sollozan

- no por los caídos -,

Si no por ellos que se quedan esperando

la porción de pesadilla que les toca.

 

Los muertos,

-  como lo dijera el tipo del estrado -

han comenzado a caernos a nuestros pies;

mientras otros tantos,  muchos otros,

nos alcanzan sus manos suplicantes

para mostrar,  hermano,

el infinito vacío de su estómago...

y de su alma!.

 

 

IV

Después del gran estruendo

Y que la postal quedó incompleta

Porque una guillotina de aluminio

Le decapito su gracia

Y que el gran Señor de hiperbórea importancia, 

- en nombre del dolor -,

Le añadió un metro de tela a su bandera

Y puso a batir sobre la tierra

El vuelo del águila imperial,

Me acorde que aquí muy cerca

-         tan cerca como que se puede sentir en uno solo

el olor del azahar y el gélido hedor de la muerte –

aquí,  donde la vida no es un milagro

Si no que es un milagro estar vivo,

hace tiempo que tenemos un paisaje mutilado

porque pequeños e “ imperceptibles? ” ruidos de metralla

le pintaron de negro el río y de negro sus peces de colores

y porque le quitaron su fragancia verde

o le apagaron para siempre la sonrisa blanca.

 

Me acorde que por ellos

Sólo el señor de la corbata distinguida

Recitó la fotocopia de un discurso

Que alguien,  tiempo ha,  escribió para el mal inveterado,

Y que nunca jamás nuestra bandera

Ensayo un crespón de luto

Ni el himno susurró la elegía de dolor.

 

Me acordé que como siempre

el impertérrito cóndor del escudo,

-         con sus alas de cartón -,

siguió inconmovible en el pedestal de cera

y que aquí en el país de los peces de colores

y exóticas fragancias,

- en nombre de hombres de espurias cachuchas -,

la postal – la nuestra – cada día destiñe sus colores

y que a los hombres de sonrisa simple,

sin tregua, en agonía interminable,  les pre avisan la muerte

Y le tasan la esperanza,

Sin alcanzar la estatura para vivir en paz…

O descansar en paz...!!!