Como un saco de piedras arrastrabas
en forma lastimosa tus dos penas,
una insalvable, la otra con cadenas.
Ruidos que parecían que llorabas.
Sentí un inmenso frío y tú mirabas
con coraje, durezas tristes llenas
de martirio y sobradas las condenas
con las palabras agrias, expirabas.
Ví en tus ojos volcanes en cenizas,
ni lava calcinante y nada hiciste
que pueda recordar hoy una sola
imagen, solo un bulto en varias trizas,
grises y roto el fardo que persiste
con una flor y alma de corola.